¿Qué más se puede decir de una película que ha sido analizada a diestra y siniestra desde el momento de su estreno? Junto con “Citizen Kane”, “Persona” debe ser una de las películas más estudiadas en la historia del cine. Tanto actores como directores la citan como una de las cintas que han influenciado su carrera o que marcó algún momento de sus vidas; existen innumerables ensayos y pasajes de libros dedicados a analizar la técnica de Ingmar Bergman o los temas que se tratan en esta película, por lo que una opinión más es casi irrelevante.
Es tan grande la reputación de “Persona” que es de esas películas que no pueden faltar en la lista de cualquier persona que disfrute del cine, ya que todo el mundo se ha encargado de darle un estatus de icónica. A pesar de no ser mi primera película de Bergman, este sí era mi segundo intento de ver “Persona” sin morir de aburrimiento en el intento. Entiendo que el director sea un director respetado y que su estilo sea único, pero es inevitable pensar que es uno de aquellos directores que sólo presentan una trama y un estilo que parecen complejos, el cual al final no termina diciendo mucho; sigue en mi menta la idea de que su dirección no es más que otro intento de presentar algo complicado para hacerlo pasar como algo intelectual.
De todos modos, esta vez pude ver “Persona” sin interrupciones y pude llegar hasta el final. Más allá de un par de imágenes iniciales que no parecen tener conexión con nada, la película comienza contándonos la historia de Elisabet Vogler (Liv Ullmann), una actriz de teatro que ha dejado de hablar y de moverse, y de Alma (Bibi Andersson), la enfermera que está a cargo de su cuidado. El doctor de Elisabet recomienda que la actriz continúe su proceso de recuperación cerca del mar, por lo que ella y Alma se mudan a una pequeña cabaña en la costa. Sin mucho qué hacer, Alma se desahoga con Elisabet y le cuenta varias anécdotas acerca de su vida que le dan un carácter mucho más interesante a la película.
Más allá de tratar de analizar los temas filmográficos de “Persona”, siempre será mucho más entretenido analizar los temas valóricos que ambos personajes nos presentan. Ingmar Bergman dijo una vez que prefería que la película no fuese tan analizada, sino que más bien fuese sentida y que cada uno sacáramos nuestras propias conclusiones. Siguiendo aquella línea, las temáticas de la maternidad y el aborto deben ser las más interesantes de comprender; tanto Alma como Elisabet tienen distintas miradas respecto al tema, pero a cada una la idea de la maternidad las marcó para siempre. Es un logro que, para la época, “Persona” haya podido retratar ambos temas con tanta libertad y quizás sea lo que más rescato de la experiencia de haber visto esta película.
También es destacable todo ese ambiente de thriller psicológico que rodea a la segunda parte de “Persona”, cuando el silencio se transforma en un elemento de desconfianza entre Alma y Elisabet; no sólo eso, la trama también bordea el tema de una posible psicosis o esquizofrenia que ataca a uno de los personajes, lo cual explicaría el problema de su trauma más presente. La relación entre Alma y Elisabet es otro de los puntos interesantes, ya que su relación pasa por distintas etapas durante la película; comienza casi como una amistad, la cual crece durante sus momentos en la cabaña, hasta llegar a una especie de resentimiento, rencor y confusión que termina revelando mucho de ambas.
En varios de los análisis que he leído sobre “Persona”, la atención sólo se concentraba en la cinematografía y en los elementos que siempre se han destacado en el cine de Ingmar Bergman, pero poco leí sobre los temas que me llamaron la atención. Prefiero mucho más quedarme con estos que comenzar un repetitivo y aburrido análisis de todo lo que ya se ha analizado. “Persona” es, claramente, una película experimental, pero que trata temas muchos más interesantes que la decisión de interponer imágenes engorrosas o grabar una historia en blanco y negro sólo porque sí.