Ricky (Antonio Banderas) es un joven de veintitrés años, paciente de una clínica psiquiátrica. Su personalidad tranquila y encantadora esconde a un peligroso psicópata, capaz de conquistar, incluso, a la directora (Lola Cardona) de la clínica.
Cierto día, Ricky es dado de alta. El joven está completamente solo, es huérfano y no tiene mucho dinero, pero está muy feliz de ser libre al fin, ya que podrá dar comienzo a su nueva vida junto a Marina Osorio (Victoria Abril). Marina es una actriz de películas pornográficas, con quien Ricky ya había tenido un encuentro durante una noche en la cual había conseguido escapar del psiquiátrico.
Marina se encuentra grabando una película de terror de bajo presupuesto. El director, Máximo Espejo (Francisco Rabal), es amable con ella y defiende su carrera, pero la protección que le ofrece no es totalmente inocente; al menos, la hermana de Marina, Lola (Loles León), trabaja como productora de la película y está siempre atenta a cualquier movimiento, sólo que nadie se percata de la presencia de Ricky en el estudio. Aquella noche, Ricky entra al departamento de Marina por la fuerza y la secuestra; luego de tranquilizarla, le dice que sólo la ha secuestrado para poder demostrarle que él es el hombre de sus sueños, el futuro padre de sus hijos y con quien debe pasar el resto de su vida.
Nunca se nombra quién fue el doctor que le dio el alta a Ricky, pero estoy segura de que no lo conocía mucho o de que Ricky lo engañó con su carisma, como estaba acostumbrado a hacerlo. Claramente, él no estaba listo para salir de la clínica psiquiátrica. “Átame” es una interesante historia que parte como una película de suspenso, para luego convertirse en una historia con tonos de romance. No quiero juzgar al personaje de Marina, pero hay un obvio síndrome de Estocolmo en esta brillante y problemática trama.