Hace unos días, HBO estrenó una nueva adaptación de “Scenes from a Marriage”, aquella serie de televisión sueca que el director Ingmar Bergman desarrolló a principio de los años ’70. Basándose en un par de experiencias personales, Ingmar creó la historia del matrimonio compuesto por Marianne (Liv Ullmann) y por Johan (Erland Josephson), matrimonio que pasa por una fuerte crisis, a pesar de todo el amor que profesan por el otro.
La serie tenía una duración de seis capítulos y fue estrenada en 1973, pero al año siguiente, la historia fue comprimida y reestrenada como una película de tres horas. En un comienzo, Johan y Marianne son una pareja completamente normal y feliz, una que pertenece a la clase alta e intelectual, una que destaca por sobre otras relaciones más complicadas y tristes, como la de sus amigos, por ejemplo. Luego de unos años, Johan decide dejar a su familia por otra mujer, algo que desafía la naturaleza pasiva de ambos; años después, Marianne y Johan se reencuentran y analizan cómo su separación ha afectado sus vidas.
La serie de HBO, protagonizada por Jessica Chastain (Mira) y por Oscar Isaac (Jonathan), captura la misma historia, pero la desarrolla en cinco capítulos y recurre a un par de diferencias para destacar a esta nueva versión. En esta adaptación, es Mira quien decide dejar el hogar y comenzar una vida con otro hombre, para luego enfrentar todo el juicio social que no, necesariamente, hubiese recibido Jonathan de igual manera. Lo destacable de la serie es que supo recoger toda esa maravilla del diálogo intenso, real y cercano que también se da en la película de 1974; gracias a la técnica de los close-ups y a la sinceridad, tanto de la historia como de los personajes, es bastante fácil dejarse llevar e involucrarse con todo lo que está pasando.
Es claro que Johan y Marianne, al igual que Mira y Jonathan, se aman profundamente y que han construido una familia cariñosa y admirable, pero el panorama no siempre es perfecto. Johan y Mira sienten que necesitan otras cosas, cosas que ni Marianne ni Jonathan, debido a su pasividad y conformidad, pueden darles. La inseguridad también se ve reflejada en los personajes que deciden marcharse, ya que, a través de los distintos encuentros a través de los años, nunca se les ve muy confiados de sus decisiones. Las conversaciones entre cada pareja son duras, crueles, pero también reconfortantes y dulces; sólo una pareja que realmente se ama, o un par de actores con mucha química, es capaz de traspasar tantas emociones en el curso de un par de capítulos.
“Scenes from a Marriage”, tanto su primera versión como su última adaptación, también demuestra lo atemporal que estas situaciones son; claro, antes la sola idea del divorcio era algo abominable, pero desde que los movimientos feministas hicieron su aparición durante la década del ’70, las mujeres se dieron cuenta de que tenían muchas más opciones y los hombres, aunque algunos no se dieran cuenta y aun cuando todavía falte mucho, han tenido mucho más espacio para expresar sus sentimientos. Los problemas matrimoniales se presentan en cualquier época, en cualquier estatus social, en cualquier parte de la vida; pueden destruir o pueden unir, pero siempre tendrán, al menos, un lado favorable.
Personalmente, no puedo elegir entre ambas versiones; cada una aporta diálogos y escenas irrepetibles, escenas capaces de hacer sentir, incluso, a aquellos que jamás hayan pasado por un divorcio o a otros como yo, que nunca habían podido ser capaces de llegar al final de alguna producción de Ingmar Bergman.