En una pequeña casa ubicada en una playa de la ciudad de Navidad, conviven cuatro sacerdotes y una monja. Despiertan muy temprano, celebran la misa, comen, rezan y se acuestan muy temprano también. La Madre Mónica (Antonia Zegers) está a cargo tanto de la casa como de los cuidados del Padre Vidal (Alfredo Castro), Padre Ortega (Alejandro Goic), Padre Silva (Jaime Vadell) y del Padre Ramírez (Alejandro Sieveking).
El grupo se lleva bastante bien, a pesar de lo incómodo que nos pueda parecer la atmósfera, e incluso crían a un perro galgo para que compita en ciertas carreras. La tranquilidad del grupo se ve un poco alterada con la llegada del Padre Lazcano (José Soza), más nervioso y tímido que el resto, la cual sólo le recuerda a cada uno de los curas sobre los crímenes de pedofilia que ellos también habían cometido en el pasado; además de la presencia de ese hombre que les grita la verdad desde afuera de la casa.
Cada año, el cine chileno me sorprende más y, aunque la trama de “El Club” es algo que me avergüenza mucho y que debería avergonzarnos mucho como sociedad, la película en sí es una gran película sobre aquella controversia. No nos muestra a los sacerdotes como pobres víctimas incomprendidas, sino que como responsables de las consecuencias; no enfrentan a la justicia de la manera en que deberían, pero es bueno saber que al menos sus propias mentes pueden jugarles en contra.