Así como “Inglourious Basterds” consiguió que me enamorara de dos actores alemanes, también consiguió que me obsesionara una actriz francesa: Mélanie Laurent. Es tan hermosa y talentosa que la obsesión me llevó incluso a terminar escuchando el disco que hizo con Damien Rice.
Justine Dhrey (Mélanie Laurent) es una joven que trabaja en una clínica parisina manejando la máquina de rayos X; ama las radiografías y ama también observarlas durante mucho tiempo con bastante atención. Justine vive con su media hermana y el marido de esta, ya que acaba de terminar una relación con Atom (Manu Payet), un tipo que se dedica a hacer stand-up comedy.
La presencia de Justine es un poco incómoda para su hermana, ya que ella está en mitad de proceso de adopción y necesita orden en su departamento. Para hacer las cosas todavía más incómodas, ambas se enteran de que la nueva esposa de su padre, Eli, (Michel Blanc) está embarazada y él, a sus sesenta años, no sabe muy bien cómo tomar la noticia. Al mismo tiempo, Justine conoce a Sami (Guillaume
Gouix), un vendedor de zapatos que se convertirá en su nuevo muso de radiografías.
¿Por qué las películas francesas son tan bonitas? No sé si las películas de esta estética me persiguen o si de verdad serán todas así, pero me dejan con la sensación de que el mundo está lleno de colores bonitos, que a todo se le puede encontrar algo de humor y que puedo salir a andar en bicicleta y disfrutar la brisa y la vista de alguna plaza. A pesar de que “Et soudain tout le monde me manque” tiene un par de escenas algo emotivas, la pasé muy bien viéndola. Historias adorables, París, el vestuario de Mélanie Laurent, los interiores, todo es precioso.