En aquella época en donde las películas de terror estaban completamente prohibidas en casa, tuve un par de oportunidades de salirme con la mía. Pude ver un par de slashers, sobre todo “Scream”, sólo porque esta saga compartía a Courteney Cox con “Friends”, serie que veíamos todos los días; además de “The Exorcist”, esa versión sin censura que se estrenó por allá en 2001, también pude disfrutar de una película llamada “Thirteen Ghosts” que sólo daban durante la madrugada de los fines de semana.
Dirigida por Steve Beck, la película nos mostraba el nuevo hogar que la familia Kriticos heredaba tras la muerte de un misterioso pariente, quien estaba obsesionado con todo lo relacionado a lo paranormal; estaba tan obsesionado que uno de sus pasatiempos era coleccionar fantasmas. Con la ayuda de unos visores especiales, los protagonistas podían ver a los trece fantasmas que convivían en aquel hogar, uno más terrorífico que el siguiente. Además de los efectos especiales que destacaban en cada fantasma, recuerdo que me gustaban mucho también sus historias y las razones de sus violentos decesos. Aparecían casi de la nada a través de las distintas paredes de vidrio y estaban dispuestos a lo peor; por supuesto que veía la película tan fascinada como aterrorizada.
Siempre pensé que la trama de “Thirteen Ghosts” era una idea muy original, pero no fue hasta hace unos días que me enteré que la película es, en realidad, un remake de la cinta de 1960, dirigida por William Castle. Tal y como sucede con muy pocos remakes, de hecho, la versión de 2001 es una versión elevada de la original, ya que se tomó la libertad de modificar la trama, mejorar los efectos especiales y provocar terror gracias a esas técnicas que, a estas alturas del juego, podemos reconocer en la mayoría de las películas de este género.
Si la versión de 2001 contaba la historia de un viudo y sus dos hijos, la versión de 1960 nos muestra a una perfecta e ideal familia estadounidense, digna de un capítulo de The Donna Reed Show. El clan Zorba está compuesto por Cyrus (Donald Woods) y Hilda (Rosemary DeCamp), los padres, además de sus dos hijos, Medea (Jo Morrow) y Buck (Charles Herbert); la familia está pasando por un pésimo momento económico, por lo que aceptan de inmediato el hogar que acaban de heredar tras la muerte de un tío de Cyrus; el abogado a cargo de entregar la herencia no les esconde el hecho de que la casa está embrujada, pero, como buena familia estadounidense, los Zorba se mudan de inmediato e inauguran su estadía con un pequeño juego de ouija.
Tal y como el abogado les advirtió de la presencia de trece fantasmas que deambulan por toda la casa, la película comienza con una advertencia por parte del mismo director de la cinta de que estamos a punto de entrar a un mundo perturbador, muy al estilo de Alfred Hitchcock Presents. William Castle insiste en la idea de utilizar unos lentes que tienen un filtro rojo y otro azul apenas la pantalla cambie del clásico blanco y negro y lamenté no tener unos lentes 3D para poder disfrutar las escenas venideras, pero las restauraciones modernas de la película no los necesitan, por suerte. En ciertas escenas que podemos reconocer como claves, la pantalla cambia de color y los fantasmas aparecen con un intenso color rojo, el cual contrasta de manera perfecta con el color azul de fondo; sólo puedo imaginar la fascinación que se debió sentir ver esta técnica en aquella época y envidio la suerte de algunos, sobre todo cuando mi primera experiencia con lentes 3D fue una película de Marvel que no vale la pena mencionar.
Además de los increíbles efectos de “Thirteen Ghosts”, otro detalle que sobresale increíblemente es la participación de Margaret Hamilton como Elaine Zacharides, la ama de llaves que rehúsa dejar el hogar en donde trabajo durante décadas; los niños bromean y la tratan de bruja, pero Elaine se convertirá en un personaje clave para el entendimiento de los fantasmas y la resolución del conflicto, dándonos incluso un pequeño easter egg al tomar una escoba y sonreír disimuladamente a la cámara. La Malvada Bruja del Oeste estuvo de vuelta al menos por unos minutos.
No sé si ahora pudiera elegir entre una versión u otra, ya que ambas películas tienen elementos rescatables. Por una parte, la cinta de 1960 cuenta con aquella vibra escalofriante del cine de terror en blanco y negro, así como también con efectos que debieron ser todo un logro para la época, pero el remake de 2001 elevó estos efectos de una manera distinta, también acorde al cine de terror de la época, uno más gore y más gráfico que el de la década de los sesenta. La versión de 2001 también dedicó más tiempo a desarrollar un trasfondo para cada uno de los fantasmas, quienes tenían historias tan definidas que cualquiera de ellos podría ser la razón de un spin-off o una serie limitada de cualquier servicio de streaming.
Si es que algún día la huelga de actores y guionistas se resolviera, me encantaría ser ilusionada con una versión de "Thirteen Ghosts" al estilo de "The Haunting of Hill House".