Durante la reciente ceremonia de los premios Oscars, “Druk” ganó el premio como Mejor Película Extranjera.; generalmente, me tomo un tiempo antes de ver las películas que destacaron en aquella categoría, pero apenas unos días luego del triunfo de “Druk”, Hollywood ya anunciaba que planeaba hacer un remake. No fue el hecho de que, posiblemente, Leonardo DiCaprio protagonice la nueva versión lo que llamó mi atención, si no que, tras cada año que pasa luego del discurso de Bong Joon-ho, se hace demasiado notorio que los estadounidenses no saben leer subtítulos.
Pasó ya en 2015, luego del éxito de “El Secreto de sus Ojos”, que a Hollywood se le ocurrió hacer “Secret in Their Eyes”, un remake que arruinó aquella hermosa temática sobre la pasión y el amor que superan años y años por tratar de reemplazarlo con una historia que incluso algo tenía que ver con el terrorismo del 9/11. Un desastre. Desde ese entonces, decidí optar siempre por el producto original.
“Druk” es una película danesa, dirigida y escrita por Thomas Vinterberg, la cual cuenta la historia de un grupo de profesores decididos a experimentar los efectos positivos del alcohol. El grupo debate la teoría del psiquiatra noruego Finn Skårderud, la cual establece que tener un 0.05 % de alcohol en el cuerpo, nos convierte en seres más relajados y creativos. Al centro de este grupo, tenemos a Martin (Mads Mikkelsen), un profesor de historia que está completamente insatisfecho con su vida, algo que le trae problemas tanto en su trabajo como en su hogar. Martin es el primero en motivarse a comprobar la teoría de Skårderud y, luego de experimentar los primeros resultados favorables, sus amigos también deciden experimentar y tratan la idea como un trabajo de investigación.
Martin, Tommy (Thomas Bo Larsen), Peter (Lars Ranthe) y Nikolaj (Magnus Millang) ven entonces cómo la rutina de sus vidas pasa a ser una más alegre y satisfactoria. Todos incluso se convierten en mejores profesores, pero es Martin quien ve mayores resultados: retoma la conexión con sus hijos y la relación con su esposa, mientras que su rendimiento en el trabajo mejora un 100%; es como si fuera otra persona. De hecho, durante una clase, hace un ejercicio muy entretenido de votar a ciegas por tres candidatos: un hipertenso que engaña a su mujer, un depresivo que ya ha perdido tres elecciones y un amante de los animales que trata a las mujeres con respeto. Obviamente, todos nos inclinaríamos por el tercer candidato, pero, para nuestra total sorpresa, estaríamos votando por Adolf Hitler.
Más allá de celebrar el consumo de alcohol o de condenar a quienes disfrutan de él, "Druk" se dedica a mostrarnos cómo sus efectos pueden ayudarnos a retomar el gusto por las cosas simples de la vida. En el caso de Martin, él sólo necesitaba un nuevo enfoque para recordar lo que valía la pena; es como si el alcohol hubiera despertado en él un nuevo sentido y las cosas comenzaran a tener un nuevo color, sabor u olor. Martin se avergonzaba, por ejemplo, de su pasado como bailarín, pero durante las últimas escenas vuelve a lucir los pasos de baile que tan bien recordaba.
A pesar de un trágico desenlace, “Druk” nos recuerda que siempre tendremos algo que celebrar u honrar. A veces tenemos que tocar fondo para recordarlo, pero tocar fondo es necesario; sabe mejor con un traguito, de todas formas.