Dentro del curso de un par de días, podemos ver cómo cada integrante del clan lleva a cabo su rutina: atender clientes, salir de compras, recibir visitas, tomarse un café, beber un trago en algún bar, pasear por Londres, cualquier actividad que, antes de la pandemia, nadie se esmeraba en planificar o que ni siquiera era entretenida, pero la cual, bajo el clima frío de la capital inglesa o bajo aquella fotografía granulada, parece casi un documental que idealiza la normalidad de la vida diaria. Aquellas pequeñas discusiones o conflictos menores que, a veces no se quieren enfrentar, son los que consiguen que la película funcione; pueden parecer situaciones aburridas, pero así es la vida real, es aburrida y es decepcionante, pero hay que tratar de recordar lo que decían en “The Office”, encontrar la belleza en las cosas corrientes. No queda otra; para todo lo demás, existen las películas.