"But I'm a Cheerleader" cuenta la historia de Megan (Natasha Lyonne), una adolescente de diecisiete años que pertenece al equipo de porristas de su secundaria y que es novia del capitán del equipo de fútbol; Megan es parte de toda esa fantasía adolescente estadounidense. El entorno de Megan nota que algo extraño le está pasando, por lo que, para sorpresa de la joven, es enviada al campamento "True Directions", en donde sanarán su homosexualidad. Megan no entiende mucho, ya que, para ella, pensar en mujeres mientras besa a su novio es completamente normal, pero accede de todas formas a seguir un sencillo y eficaz plan de doce pasos. 

En True Directions, Megan conoce a un grupo de adolescentes que sufren del mismo problema. Algunos de ellos desean ser heterosexuales, otros no pueden esconder verdadera naturaleza, pero todos están allí por obra y gracia de los pensamientos medievales de sus padres. Una vez que Megan admite ser lesbiana, comienza su programa de doce pasos, los cuales incluyen pasar tiempo asumiendo roles tradicionalmente femeninos y estudiar las labores que le corresponden a cada género. Megan se compromete a ser heterosexual, pero cuando conoce a Graham Eaton (Clea DuVall), quien está allí sólo por obligación, Megan se sentirá tan cómoda como nunca se había sentido antes. 

"But I'm a Cheerleader" debe ser una de las mejores comedias de culto de los años '90; es ridícula, sin pasar a mayores, y maneja perfectamente el humor negro. Es entretenida, divertida y, de paso, aprovecha de tirar muchas indirectas a aquellos homofóbicos que todavía piensan que la homosexualidad es una enfermedad; estamos en 2014 y todavía existen personas que piensan así. Cuando ya no se puede rabiar más en contra de ellos, el único recurso que nos queda es reírnos en su cara, sin que lo noten. 

Otra cosa: es genial ver a RuPaul completamente irreconocible.