Tras vendarle los ojos a aquellos quienes detenían, los torturadores subían el volumen de una música bailable con tal de que ningún vecino escuchara los gritos que la tortura causaría; los arrestados eran llevados hasta el sótano de la casona, en donde eran sometidos a golpes, violaciones y amenazas que destruían por completo su estabilidad física y emocional. Debido a la venda que cubría sus ojos, ellos no podían ver quién los torturaba, pero todos conocían el nombre de Ingrid Olderöck.
Ingrid, “La Mujer de los Perros”, era una oficial de Carabineros, descendiente de alemanes fanáticos del nazismo; cuando comenzó el Golpe Militar en Chile, Ingrid se unió rápidamente a la DINA y se convirtió en una de las torturadoras más crueles de aquella época. Ingrid se encargaba de adiestrar a un pastor alemán, llamado Volodia, el cual violaba a las mujeres que llegaban al lugar.
Todo esto podría sonar como una historia de alguna guerra pasada o como un horrible relato salido de la mente de algún buen escritor o escritora para hacernos recordar los horrores de la dictadura chilena, pero ojalá fuese sólo una historia de ficción y no el peor de los recuerdos para varios de los detenidos. Hugo Covarrubias se encarga de llevar la verdad acerca de La Venda Sexy y de Ingrid Olderöck hasta la pantalla grande, a través de una animación que sirve como el perfecto contraste para una verdad como aquella.
La animación se basa en la técnica del stop motion, la cual nos ha entregado películas tan adorables como “The Nightmare Before Christmas” o “Coraline”; y el personaje principal está hecho a base de porcelana, un material delicado y frágil, pero que trasmite la frialdad e inexpresividad necesaria y que tanto identificaba a la Mujer de los Perros. A pesar de que exista una mascota animada, “Bestia” no nos deja olvidar que no existe ningún elemento de ternura en este relato y aquel contraste es el ideal para contar una historia como esta.
“Bestia”, tal y como su nombre, es brutal, cruel e inexplicable; es un recordatorio de los horrores de la dictadura y de los tantos crímenes que varios de sus perpetuadores no alcanzaron nunca a pagar. El cortometraje está nominado a los premios Oscar y tiene todos los méritos, pero ojalá llegue el día en que Chile se destaque por mucha más que por su oscura historia.
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