Spencer (2021)

by - lunes, febrero 28, 2022

 


Varias han sido las adaptaciones fílmicas y televisivas que nos han acercado a la vida de Diana Spencer, princesa de Gales, desde el momento en que entró a la realeza hasta la noche de su trágica muerte; la vida de Diana ha sido tan revisitada que ha sido imposible no crear una especie de mito alrededor de su persona. Todos creemos entender lo que le pasaba, todos creemos saber lo que en realidad estaba sucediendo detrás de cuatro paredes, pero nunca sabremos la verdad por completo.

Frente a figuras de este tipo, tan públicas como misteriosas, no hay más opción que continuar con la fantasía que las rodea. Pablo Larraín decidió dirigir una nueva historia acerca de Diana Spencer desde la base de una fábula, una ilusión en donde animales u objetos inanimados rodean al protagonista y su trama siempre nos entrega una moraleja durante los momentos finales. Siendo seguidora de aquella imagen mítica de la princesa de Gales, la idea de desarrollar una película de aquel modo puede ser lo más parecido a lo que tengo de estar de acuerdo con algún Larraín.

En “Spencer”, Pablo Larraín nos muestra un fin de semana clave durante la vida de Diana (Kristen Stewart): el fin de semana en donde, finalmente, decide ponerle fin a su matrimonio con el príncipe Charles (Jack Farthing). En la propiedad de Sandringham, la familia real se reúne para festejar la Navidad de 1991; el lugar parece frío e inmenso, lo cual, curiosamente, provoca desde el comienzo de la historia una sensación de incomodidad y claustrofobia, una que aumenta tras acompañar el recorrido de Diana por aquellos pasillos.

Diana decide llegar tarde y conduciendo sola, rompiendo los protocolos que tanto odiaba y consiguiendo nuevamente la apatía de la familia real, cuyos integrantes podrían pasar inadvertidos como cualquier otra de las estatuas que decoran Sandringham, siempre tan rigurosos y silenciosos. Nadie habla con Diana más allá de dos empleados y de sus pequeños hijos, William (Jack Nielen) y Harry (Freddie Spry); la princesa se ve obligada a pasar otra celebración familiar más entre miradas prejuiciosas e interacciones gélidas, situación que sólo la agobia y la hace extrañar la presencia de Maggie (Sally Hawkins), la empleada en la que más confía.

Aquella sensación de ahogo es la que más resalta durante toda la película; gracias al entorno encerrado y a los primeros planos que siguen a Diana a través de toda la propiedad, “Spencer” se transforma en un cuento claustrofóbico, sofocante y ansioso. La actuación de Kristen Stewart también consigue demostrar todas aquellas emociones sin la necesidad de crear una actuación cliché ni una que bordee la lástima; siempre me sorprendió el revuelo que causó el casting de Stewart como la princesa Diana, pero la figura pública de Kristen también tiene cierto parecido con la de Lady Di. Ambas son personas tímidas que se toparon con una fama que no buscaban; guardando las proporciones, Stewart podría entender perfectamente la magnitud del acoso y del juicio de Diana vivió.

Todo el peso de “Spencer” recae sobre los hombros de Kristen Stewart y ella sabe cómo sobrellevarlo; no es sorpresa tanta nominación durante esta temporada de premios. La dirección de Pablo Larraín también es muy buena y, aunque es inevitable recordar el estilo que rodeó a “Jackie”, me pareció que “Spencer” fue una mejor entrega. Es curioso que tanto Jackie O como Diana Spencer hicieran su aparición en la vida pública luego de casarse con hombres conocidos y de renombre, pero ambas películas se encargan de darles mucha más voz y humanidad, al mismo tiempo que nos ofrecen sus propias miradas acerca de los hechos que cambiaron el rumbo de sus vidas para siempre.

Si bien la historia real de Diana Spencer no tuvo un final feliz, la fábula de "Spencer" nos entrega un final esperanzador que, al menos durante algunos minutos, pudo haber significado el mejor momento para Diana durante toda su vida.

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